"Háblame, oh Musa, y cuéntame del hábil varón que en su largo extravío, tras haber arrasado la

sagrada ciudadela de Ilión, conoció las ciudades y el ingenio de innumerables gentes".

Homero
, Odisea, Canto I



viernes, 15 de abril de 2011

Ultraliberalismo, ciencia e innovación tecnológica



Existe una serie de cosas que tenemos tan interiorizadas que ni siquiera nos tomamos la molestia de plantearnos seriamente si son verdad. Forman parte de ese andamiaje imperceptible sobre el que la sociedad, a través de la cultura popular, cimenta su visión del mundo. Una de esas cosas es la afirmación de que la ciencia y la tecnología, al menos su paroxismo actual, son producto genuino de nuestro modelo socioeconómico, la democracia capitalista liberal.

Esa impresión se asienta sobre una determinada colección de "hechos incontestables"; que la ciencia, como tal, es un producto histórica y socialmente ligado a la civilización occidental europea; que a lo largo de los siglos el progreso científico/tecnológico ha ido de la mano del progreso económico y de la apertura política; y que la iniciativa privada ha sido la directa responsable de los fantásticos avances tecnológicos que configuran nuestro mundo precisamente en el momento en el que esa iniciativa tiene el mayor peso específico socioeconómico de la historia. Y como bien vale un botón de muestra, se termina poniendo el ejemplo de la desaparecida Unión Soviética y su incapacidad (supuesta) de mantener el pulso tecnológico con occidente, pese a y como consecuencia de, su economía dirigida y su régimen opresor.

Pero ¿es verdad esta afirmación?¿La libre competencia en un entorno de libre empresa es el mejor caldo de cultivo para el progreso científico/tecnológico?¿abandonar esta forma de economía traería como consecuencia inevitable la paralización de la innovación y el retorno del oscurantismo? Para responder habría que hacerse una pregunta mas: ¿en qué medida la innovación mercantil a dado lugar a descubrimientos científicos? Pues bien, en ninguna.

Meter ciencia y tecnología en el mismo saco es engañoso. El proceso que lleva a investigar y descubrir las propiedades de un quásar no se corresponde con el que lleva a desarrollar un nuevo reproductor de música en formato comprimido. En el primero el objetivo final es un bien en sí mismo (incrementa nuestros conocimientos), mientras que en el segundo, el objetivo carece de significado hasta que una campaña de márketing genera una necesidad creada (y, en consecuencia, artificial) en la sociedad. Podríamos decir que el objetivo de la tecnología (al menos en su actual sentido mercantil) es difuso, líquido, siguiendo la terminología de Zigmund Bauman.

De hecho, la ciencia base, sobre la que se asienta inescusablemente todo progreso tecnológico actual, es fundamentalmente antieconómica (no es rentable, vendible, comercializable). Es por ello que depende casi en exclusiva de los fondos públicos para sostenerse. Por ejemplo la astronomía, o la exploración espacial o incluso el desarrollo de nuevas fuentes de energía. En ninguno de esos campos se invertirá jamás ni un euro de fuentes privadas, al menos hasta que la inversión pública fructifique en avances que DEMUESTREN ser económicamente rentables y nunca antes. ¿Qué pasaría si no hubiese instituciones públicas encargadas de la investigación base, como las universidades o las agencias espaciales?

Pongamos un ejemplo; Supongamos un mundo en el que han triunfado las premisas del ultraliberalismo y el Estado se ha retraído hasta su mínima expresión, en el que no existen universidades públicas ni dinero para caras y esotéricas investigaciones, un mundo que le ha dado la espalda a la astronomía porque nada en las estrellas es vendible en la Tierra. Bueno, puede que usted no sea aficionado a la astronomía y piense que después de todo tampoco sería una tragedia. Ciertamente, pero reflexione; en un mundo así no se habría investigado en óptica avanzada, no se habrían ingeniado ni desarrollado los sensores digitales (los CCD y los CMOS) que nacieron como detectores astronómicos, no se habrían estudiado los principios de la óptica adaptativa. En definitiva, en ese mundo no existirían las cámaras digitales. Y es curioso porque pensamos que éstas son un genuino ejemplo de progreso tecnológico impulsado por el afán comercial. Pues bien, multiplique este ejemplo por miles, por decenas de miles de desarrollos tecnológicos que han nacido al calor del avance científico en áreas "abstractas".

Si cedemos completamente los espacios de lo público a la iniciativa privada corremos el peligro de llegar a esa situación. Tarde o temprano la investigación base se abandonaría o se arrinconaría en favor de la tecnología "comercial", ralentizándose primero el progreso científico y estancándose, después, el tecnológico. Simplemente porque éste último es imposible sin el primero. Llegaríamos a un mundo carente de verdadera innovación, un mundo dominado por el "utilitarismo". ¿Y qué piensan que pasaría con el arte, la filosofía o la historia? La economía no puede ocupar todo el espacio de lo social o habremos cavado nuestra propia tumba como civilización. Y denle una vuelta mas al razonamiento; la ciencia y el progreso seguirán ligados a nuestra civilización aunque cambiemos de rumbo. El único riesgo de retornar a una época de oscurantismo es sucumbir a la locura de la privatización global. Sean sinceros; ¿no lo notan ya?.


P.D.: La fotografía corresponde al edificio del telescopio de 2.2 m del MPIA-IAA en el Observatorio de Calar Alto (Almería), tomada en 1994 con mi vieja Pentax K1000.

martes, 12 de abril de 2011

"Ya no puedo escuchar la Tierra. Me adentro en la oscuridad ... " (*)



Cartel conmemorativo, obra de Yui Black en rigurosa exclusiva
para este humilde blog, que refleja a la perfección el riesgo
y la osadía de lo que ocurrió aquella mañana de primavera.


Aquel 12 de abril de 1961, camino de la rampa de lanzamiento, Yuri Gagarin era consciente de que posiblemente estaba a punto de emprender el último viaje de su vida y que la muerte tal vez le aguardase a menos de cinco horas. De hecho estimaba en alrededor de un 50% sus posibilidades de sobrevivir a aquel vuelo. No en balde, el cúmulo de potenciales fallos letales era enorme.

Hacía menos de cuatro años que se habían lanzado el primer satélite artificial (4 de octubre de 1957) y el primer ser vivo a la órbita terrestre (la querida perrita Laika, en el Sputnik 2, el 3 de noviembre de 1957); demasiado poco tiempo como para que la tecnología implicada estuviese lo suficientemente probada, pero la política manda ...

Y no es para menos. Si pensamos en ello un poquito nos daremos cuenta de que el viaje al espacio es poco menos que un triple salto mortal sobre el filo de un cuchillo. Desde el lanzamiento, que consiste aproximadamente en dejar que uno de los mayores artefactos explosivos (al menos potencialmente) jamas construido entre en ignición bajo tus posaderas, hasta el descenso, una caída mas o menos controlada desde mas de 300 km de altura, pasando por sobrevivir al entorno hostil de la órbita terrestre, en un vacío casi total, con cambios extremos de temperatura y bañado en radiaciones de origen diverso. Incontables factores implicados, demasiados resquicios para las averías, los defectos, los fallos, la mala fortuna o los errores.

Hoy nos parece trivial, poco menos que excursiones de rutina, pero la exploración del espacio es uno de los ejercicios mas arriesgados a los que se ha enfrentado el ser humano. Y en consecuencia uno de los mayores exponentes de la capacidad de nuestra especie para afrontar retos imposibles y superarlos.

Yuri A. Gagarin, el ser humano; alcohólico, mujeriego, soñador, padre, ...
Imperfecto y heroico. Frágil en suma. (Fuente: Wikipedia)

Hace ya 50 años del vuelo de Gagarin y sigue siendo fundamentalmente así, como lo demuestran los tristes accidentes del Challenger (28 de enero de 1986) y del Columbia (1 de febrero de 2003). Aunque nos cueste aceptarlo, el máximo exponente de nuestra capacidad tecnológica demuestra que estamos lejos de ser dioses, que no somos inmunes al azar y al desastre, que a fin de cuentas somos frágiles. Y que por ello deberíamos de amar mas la vida y el mundo, ese planeta del que el propio Yuri Alexeievich dijo, mientras lo circundaba en el vacío, "Pobladores del mundo, salvaguardemos esta belleza, no la destruyamos".

* * *

Hace unos meses encargue a Yui Black un cartel para conmemorar desde el blog el aniversario del vuelo del Vostok I. No puedo por menos que hacer notar el gran trabajo de un gran diseñador, que ha sabido plasmar con intensidad dramática la fragilidad de la que hablo en el post.

Desmarcándose de la iconografía mas habitual (aunque siguiendo un delicioso estilo retro inspirado en el cartelismo soviético), que se centra en la figura hierática plasmada en las fotografías oficiales que el régimen soviético ofreció del primer cosmonauta, en las que no se reflejan ni el riesgo, ni la humana duda (ni por tanto la verdadera heroicidad del evento), él ha recogido la esencia real de aquel logro. Aunque en realidad Gagarin nunca salió de la cápsula, ésta forma de retratarlo refleja mas fielmente el reto, la soledad, la escasa distancia que lo separaba de la muerte, el débil cordón que lo mantenía a salvo a través de la tecnología de su nave.


Les recomiendo encarecidamente que se pasen por su blog para poder descubrir las fases creativas que siguió para alcanzar el diseño final (y que le he rogado que plasmase en una entrada al efecto). Les aseguro que no quedarán decepcionados.


(*): Frase pronunciada por Yuri Gagarin al alcanzar la órbita de la Tierra. Se puede consultar la transcripción de las conversaciones entre Gagarin y el Centro de Control aquí (Yuriesfera.net)

jueves, 7 de abril de 2011

Camino a Ithaké; Primer aniversario


Cielos; parece que haga ya un siglo y apenas hace 365 días que comencé con el blog. Y a todo esto sigo sin saber muy bien qué pretendo con ello. Porque no sé muy bien qué ofrezco, qué muestro o para qué lo hago. Me estoy tomando mi tiempo para decidirlo.

En cambio sé muy bien lo que he recibido a cambio. Porque me ha dado la oportunidad de conocer a personas a las que me siento muy cercano en la manera de ver el mundo y de enfrentarlo. De todas las cosas que me han pasado con el blog, ésa es la mejor.

También me ha servido para aprender, porque me ha obligado a esforzarme por mejorar (y, lo confieso, porque me ha obligado a estrujarme las meninges para entender cómo hacen los demás unas fotos tan estupendas y si sería capaz yo de hacer una igual).

Por otro lado mi blog es mi blog; quería hacer uno de fotografía pero me sale un poquito un batiburrillo de todo, aderezado (casi siempre) con mis fotografías. Supongo que simplemente es como yo; incapaz de concentrarse en una sola cosa.

Pues eso, que ya hace un año y no me puedo quejar. Casi 7000 visitas (podría haber dicho mas de 6000 pero no, me gustan mas los vasos medio llenos que los medio vacíos), 27 seguidores y 323 comentarios (¡qué tramposo; me cuento los míos!). Gracias a (por riguroso orden de llegada) Friko, Deckard, Yui, Abnis, Jordi, Josep, Joako (gracias, gracias, gracias, ... ), Javier, Ars, Saatchi, Florencia, Constanza, Angelical, Tropiezos, MartinAngelair, Ercanito, Xavi, Tita, Igniszz, Agustín, Unsui, Rafa, Ana C., Yasmín y Misteriosa. Y sobre todo a mi Penélope, Ana, que de vez en cuando le pega unos buenos empujones al blog.

El viento sigue soplando en la Isla, en Ithaké, entre los frutales, sobre los muros, bajo las estrellas. Que me siga llevando hasta allí. Si gustan, aquí lo dejaré escrito.


A todo esto, les pido por favor que visiten esta entrada, la única del blog que no ha recibido comentario alguno a día de hoy, lo cual, a parte de injusto, me parece antiestético. Y comenten, no me sean malos, comenten ...


P.D.: Con lo ñoño que me he puesto, ésta va a ser la primera y última vez que celebre un aniversario del blog ...